En la comunidad primitiva, la comprensión del mundo o universo, es un reflejo de la comprensión de la vida en sociedad, donde los beneficios o perjuicios que se reciban del mundo que los rodea tienen correspondencia con la conducta de los grupos humanos hacia ese mundo o universo. Así como entre los miembros del grupo existe un principio de dar recompensa o sanción a quien corresponda según su conducta con el grupo, así la naturaleza, es un sujeto humano que recompensa o castiga al grupo según su conducta con ella.
Pero, comprender a las cosas del universo como sujetos que actúan de la misma forma que los hombres en sociedad supone también haber reflexionado sobre la trascendencia de la vida humana más allá de la muerte, es decir, atribuir a la naturaleza un alma, tal como se entiende que el hombre la posee. Según esto, es el alma el motor de las acciones y conductas del hombre y la naturaleza o universo.
Ya en el periodo del Paleolítico medio, hace 200 mil años, existían ideas mágicas y religiosas acerca de la trascendencia de la vida luego de la muerte tal como lo testimonian los primeros entierros humanos y, en el Paleolítico superior, hace 40 mil años, testimonios de rituales de cacería en las cuevas a través de las pinturas rupestres.
Será con el paso de una economía depredatoria a una productora (revolución neolítica), que nuestra visión de la naturaleza – animada, desordenada e insegura – cambiará a una forma de comprensión basada en la observación de las regularidades. Dicho de otra forma, el hombre aprende cada vez a controlar el universo y, por lo tanto su acercamiento o comprensión se vuelve más racional.